Notas
04. Amaya Larrucea Garritz. ARQUITECTA DE PAISAJE
En el horizonte del arte, las técnicas y las disciplinas creativas, las mujeres han forjado caminos de innovación y liderazgo que merecen ser visibilizados. Como una forma de resaltar las contribuciones que algunas mujeres, Bitácora Arquitectura invitó a los coordinadores de las cuatro licenciaturas que se imparten en la Facultad de Arquitectura de la UNAM, a identificar a un grupo de mujeres quienes desde la docencia, la investigación o la gestión pública han enriquecido la creación, la cultura y el pensamiento contemporáneos. Puedes encontrar estas entrevistas en la edición 54 de la revista impresa.
Amaya Larrucea Garritz (CDMX, 1967) es arquitecta paisajista, maestra en Arquitectura en la línea de restauración de monumentos y doctora en dicha disciplina por la unam. Ha destacado por sus diversos escritos referentes al paisaje mexicano, siendo pionera en este campo de investigación. Es autora del libro País y paisaje, dos invenciones del siglo xix.
Además de ser docente de la licenciatura en Arquitectura de Paisaje e investigadora de tiempo completo, es fundadora del Laboratorio de Áreas Verdes y Espacios Públicos adscrito al Centro de Investigaciones en Arquitectura, Urbanismo y Paisaje (ciaup) de la Facultad de Arquitectura. En reconocimiento a su trayectoria como docente e investigadora, la unam le otorgó la distinción Sor Juana Inés de la Cruz en 2023.
Amaya es una persona extraordinaria por su trayectoria como por su generosidad y calidez humana. Es una mujer innovadora que busca generar conocimiento, responder interrogantes y plantear nuevas inquietudes para su próxima investigación. Tomando como referencia sus notables aportaciones a la licenciatura en Arquitectura de Paisaje, la invitamos a compartir con nosotros un poco acerca de su vida profesional:
[Harumi Alvarado] La licenciatura en Arquitectura de Paisaje es bastante joven y tengo entendido que perteneciste a una de las primeras generaciones. Cuéntanos un poco más al respecto, ¿cómo fue que conociste la licenciatura?, ¿qué te llevó a estudiarla?
[Amaya Larrucea] Yo inicié estudiando arquitectura y no terminó de gustarme la carrera en el primer semestre. Entonces vi un póster de la licenciatura en Arquitectura de Paisaje y tengo que ser sincera, me llamó la atención el nombre y el término «paisaje», lo identifiqué con una forma más libre y abierta de ver la arquitectura. Así, sólo por su nombre y sin saber bien qué era, fui a preguntar sobre la licenciatura y decidí lo que quería estudiar.
La verdad no fue algo muy premeditado. Antes los planes de estudio no eran tan accesibles; como ahora, que los puedes buscar en internet. Cuando fui a preguntar, no pude ver el plan de estudios; entonces fue más una idea atractiva que un conocimiento profundo de lo que estaba iniciando a estudiar. Yo pertenezco a la tercera generación y al ser una nueva licenciatura los grupos eran reducidos.
[HA] ¿Cómo crees que la licenciatura en Arquitectura de Paisaje aporta a la práctica de la arquitectura en México?
[AL] Creo que lo que aporta la arquitectura de paisaje es una visión amplia, un estudio del entorno del quehacer arquitectónico. Las carreras de arquitectura buscan diseñar el hábitat humano, el lugar en donde los seres humanos pueden desarrollarse y realizar las actividades de la mejor manera posible y también habitar el lugar. Creo que la visión del paisaje es más amplia que la de la arquitectura y provee la posibilidad de que los espacios habitables consideren la naturaleza, el entorno, el territorio con todas sus características climáticas, geográficas, estéticas, y eso garantiza mayor éxito tanto para los espacios interiores como exteriores. Cuando se toman en cuenta estas cosas, el hábitat humano se vuelve más respetuoso, más pensado y más rico.
[HA] ¿En qué momento de tu vida te diste cuenta que la arquitectura de paisaje era algo que realmente amas?
[AL] Desde que entré a la escuela y empecé a escuchar a los profesores, me enamoré de la arquitectura de paisaje. Pienso que no pude haber elegido una mejor profesión para mí. Era un gran reto porque era una carrera muy desconocida. Lo sigue siendo en muchos sentidos, pero en aquel momento no había arquitectos paisajistas titulados en México, los que habían estudiado algo de arquitectura de paisaje lo habían hecho en Estados Unidos o en Europa y no todos daban clases. Más bien era una carrera multidisciplinaria, todos los profesores eran de diferentes procedencias: biólogos, geólogos, geógrafos, diseñadores, arquitectos y algunos, muy pocos, paisajistas. Las clases me gustaron muchísimo desde el principio y comencé a ver otra ciudad. Me di cuenta de que no sabía nada de plantas. Había compañeros míos —éramos cuatro— que decían, por ejemplo: «mira, un Alnus», y lo podían identificar; y yo, quitando al fresno y la jacaranda, no identificaba nada. Fue como una ventana a algo que siempre había visto, pero nunca había considerado, como la vegetación, las formas geológicas o los elementos del paisaje que nunca había advertido. Creo que hay profesiones que se prestan más a que sean un estilo de vida y es el caso de la arquitectura de paisaje. Yo puedo decir que pienso en paisaje, siento el paisaje, hablo del paisaje, me interesa el paisaje, leo sobre paisaje, mis clases son sobre paisaje y podría decir que sí, que el paisaje está ligado a todos los aspectos de mi vida diaria.
[HA] ¿Por qué decidiste ser investigadora y no diseñadora?
[AL] En muchos sentidos creo que la vida me llevó y que aprendí a que me gustara. Empecé dando clases de Historia en la licenciatura de arquitectura de paisaje, sustituyendo a Lilia Guzmán, que se había ido de sabático. Me gustó la experiencia y después empecé a involucrarme más en actividades de la universidad y de la Facultad de Arquitectura. Y salió una plaza a concurso que, soy totalmente sincera, concursé con el afán de comprender cómo era el procedimiento, pero nunca pensando en que podría obtener la plaza, y la obtuve. Me incorporé al que ahora se llama Centro de Investigaciones en Arquitectura, Urbanismo y Paisaje. Y, bueno, fui encontrando el gusto por no quedarme con lo que está escrito, por no quedarme solamente con respuestas sino empezar a formular preguntas y buscar cómo responderlas. Para esto, yo había iniciado una maestría y después hice el doctorado y me di cuenta de lo importante que es reflexionar, compartir hallazgos y no repetir tanto ideas como formas de hacer las cosas, sino entender que estamos en un momento de gran crisis y si no reflexionamos y entendemos el origen de lo que estamos viviendo y encontramos nuevas preguntas, estamos condenados a cometer muchos errores.
Disfruto mucho ser investigadora, siempre leí mucho y el trabajo que hago me resultó enriquecedor. Desde luego que he hecho algunos proyectos, sobre todo al inicio. Cuando terminé la carrera tuve un despacho, hicimos proyectos para hospitales, para áreas habitacionales y también algunos proyectos de jardines privados; y sigo haciendo proyectos, pero no es lo que lleva la mayor parte de mi tiempo.
[HA] Además de la investigación, ¿has descubierto alguna otra forma de disfrutar tu quehacer como paisajista?
[AL] Otro punto que ha sido parte de disfrutar la arquitectura de paisaje es dar clases, es una gran responsabilidad, es algo difícil y que poco a poco vas teniendo más experiencia. Me considero privilegiada de estar cerca de muchas generaciones, de personas cada vez más jóvenes que yo y poder compartir ideas, escuchar sus modos de ver el mundo y de alguna manera incidir en sus procesos creativos y acompañarlos a comprender el paisaje. El ver que también para muchos alumnos no es solamente un asunto de tener un conocimiento, sino también de disfrutar y buscar salidas, yo creo que es un enorme privilegio que me ha hecho concentrarme más en mi labor como docente e investigadora.
[HA] Encuentro muy interesante tus escritos respecto al paisaje mexicano, ya que es un tema poco explorado en nuestro país ¿Cómo fue que comenzaste a escribir sobre ello?
[AL] Cuando inicié a dar clase en arquitectura de paisaje, fue sobre historia universal y había pocos textos, la mayoría en inglés, pero había material. Pero en el Plan de Estudios 85 se abrió una materia sobre la Historia de la arquitectura de paisaje en México y yo empecé a dar esa clase desde su inicio, y el primer gran reto fue que no había prácticamente textos específicos sobre eso. Entonces, ahí creció mi interés por la investigación porque no podía dar una clase repitiendo lo que alguien había dicho, sino que teníamos que encontrar información, reflexionar y formar el inicio de cómo abordar la historia de la arquitectura de paisaje en México. Mi pregunta inicial fue: ¿hay paisaje mexicano? Y descubrí que hay paisajes emblemáticos que todos, cuando pensamos en México, identificamos, tanto los mexicanos como los extranjeros. Me interesó conocer en dónde estaba el origen de esas ideas del paisaje porque al final son ideas que nos hacen valorar más unos paisajes sobre otros y comprender que hay una identidad de lo mexicano relacionada con esos paisajes. He publicado varios textos que abordan paisajes como vestigios arqueológicos, zonas de desierto, el agave, que es una planta mexicanísima, los volcanes, entre otros. Ha sido muy interesante y enriquecedor ver cada uno de estos temas y encontrar referencias artísticas y ver cómo se han ido introyectando en lo mexicano a lo largo del tiempo.
[HA] ¿Nos podrías contar un poco de tu libro País y paisaje? ¿Qué te llevó a escribirlo? ¿Cuál fue tu mayor reto durante el proceso?
[AL] País y paisaje es un libro que intenta demostrar que el paisaje mexicano, concebido como tal, fue uno de los argumentos que construyeron la nación mexicana en el siglo xix, y para esto se utilizó información tanto de textos científicos como análisis de las representaciones del paisaje. Fue inicialmente mi tesis de doctorado y fue un gran reto porque no había tantos textos disponibles de los cuales pudiera abrevar. Fue complicado porque al tener una visión sobre el arte, la geografía (de la que yo tampoco era experta), tuve que leer y prepararse mucho para poder abordarlo. El reto más grande es que para escribir un libro se requiere una concentración larga y constante, y el mundo en el que vivimos y las complicaciones de la vida cotidiana no siempre lo permiten. Tuve muchos fracasos porque escribía un capítulo y lo dejaba por otras actividades. Regresaba, lo leía nuevamente y ya no me gustaba y volvía a empezar. Me di cuenta de que, en mi caso, no se pueden escribir parcialidades, sino que necesito una concentración de un tiempo largo para poder escribir de a poquito, pero constantemente, y no regresar a reescribir. Eso para mí fue el secreto, tardé cerca de un año en escribirlo.
[HA] Sabemos que estás desarrollando un proyecto de plantas nativas y exóticas. Cuéntanos de qué trata, por qué es importante para la universidad.
[AL] Dentro del Laboratorio de Áreas Verdes y Espacios Públicos, que inicié en 2016 junto con María del Carmen Meza y Eric Orlando Jiménez, hemos hecho varios proyectos de estudios del espacio público y sobre todo el espacio verde con vegetación. En el laboratorio hacemos un seminario a la semana y en él discutimos y sacamos preguntas. Y en el último periodo estuvimos observando que hay cada vez más inclinación por las recomendaciones del uso de plantas nativas en los espacios públicos de las ciudades en México y nos preguntamos: ¿por qué?, ¿de dónde surgió?, ¿qué tanta base científica tiene?, ¿qué tan conveniente es que sólo se utilicen plantas nativas? A partir de estas preguntas en los seminarios decidimos que era muy importante abordar el tema, abrir la discusión y encontrar una serie de lineamientos para decidir las estrategias para la elección de plantas nativas o exóticas para ambientes urbanos. Y creo que será un material muy importante para los alumnos de arquitectura de paisaje y para los profesionales que se dedican a diseñar y a plantar en las ciudades, para que con ello puedan tomar mejores decisiones.
[HA] ¿Qué te gustaría transmitirle a las y los paisajistas para que puedan seguir innovando, imaginando y comprendiendo nuestros paisajes actuales y los del futuro?
[AL] Les recomiendo que visiten muchos lugares, que no se queden solamente en los trayectos que recorren forzosamente, sino que vean lugares nuevos. Desde luego que viajen lejos, si pueden. Pero no hace falta viajar tan lejos, hace falta visitar muchos espacios, muchos lugares y aprender a leerlos porque podemos pasar por un lugar sin percatarnos de nada, pero si escuchamos y tenemos un conocimiento del lenguaje del paisaje, podemos disfrutarlo muchísimo más y vamos a ver muchas cosas que no habíamos visto. Les recomiendo aprender el lenguaje del paisaje, visitar muchos lugares, ser observadores, no solamente de los espacios sino de los habitantes de esos espacios, de los gustos humanos, de la historia del lugar, de las huellas de esa historia, de las preferencias, de las formas de acercarse a los lugares cotidianamente; y leer, informarse, no quedarse con lo primero que sale en una búsqueda, sino buscar más allá, ir jalando el hilo de lo que les interesa y encontrar relaciones entre las cosas, entre la historia, el lugar y los personajes. Eso va enriqueciendo y promoviendo la creatividad para poder intervenir.
amaya.larrucea@fa.unam.mx