Notas
El ojo del huracán es ciego
¿Qué es más peligroso, el ojo ciego del huracán o el ojo negligente que no quiere ver? Fue la primera pregunta que se me vino a la mente cuando vi la pieza «El ojo del huracán es ciego», obra de Arturo Hernández Alcázar en su exposición El Centro de Huracanes del Museo Universitario de Ciencias y Arte afirma que ningún desastre es natural expuesta en el Museo Universitario de Ciencias y Arte del 5 de octubre al 7 de diciembre del 2024.
Provocar colisiones
Mediante obras que se adaptan al paso del tiempo Hernández Alcázar expone el impacto del huracán en la vida cotidiana. Nada más entrar al MUCA, el visitante a la exposición puede ver impresas imágenes llamativas como un generador de energía eólica destruido por tanto viento. En palabras del propio Alcázar, esta pieza «busca abordar los límites que encuentran nuestros sistemas de pensamiento en el momento en el que las llamadas fuerzas de la naturaleza cobran una fuera mayor o anómala».
La exposición, escultórica y sonora, encuentra sus formas de expresión en materiales como hojas de papel, ventiladores, bocinas y objetos destruidos de oficina. De la cubierta del museo se desprenden mallas anti-escombro de edificios que representan el paso del viento en el propio museo. Todo parece desgarrado. Una de las apuestas de Alcázar es que esta exposición funcione también como una muestra de la transformación de la obra debido a su entorno. El mismo autor nos confiesa que en la parte superior del museo se abrieron ventanas para dejar entrar «las fuerzas incontrolables de la naturaleza» dentro del recinto, dentro de la arquitectura del museo. Esto con la intención de poner en duda el concepto actual de museo como una caja fuerte que resguarda obras de arte intocables, el saber y el conocimiento. Para Alcázar, la arquitectura funciona como una lápida que te obliga a morir dentro de ella y que, en ocasiones aísla. «Es un aislante entre el medio exterior y el medio interior habitable».
En una entrevista, con ruido ambiente de tormenta entre las voces, Hernández Alcázar reflexiona sobre la idea común del huracán como un sinónimo de desastre: «En el huracán encuentro más que caos, una forma de hiper-organización de múltiples factores: la velocidad de los vientos, el calor de la superficie marina y un sistema de presión. Para que esto suceda se necesitan estas y muchas otras condiciones». A demás menciona que un huracán no es un desastre o no ocasiona una colisión sino hasta que se pone en contacto con lo humano, antes solo es un sistema de enfriamiento necesario para nuestro planeta.
Nombre, fecha y trayectoria
En uno de los muros del museo se observan impresas las noticias de diversos huracanes que han tocado tierra en México. Así se pueden leer fechas, nombres y trayectorias de huracanes, como si de una ficha curricular se tratara. Lo interesante de esta pieza es que se puede observar el contexto de cada huracán, por ejemplo, el titular «Nixon, no planea reunirse con Ordaz» comparte página con la noticia de la llegada de un huracán ¿Los mega objetos u «objetos inconmensurables» como el huracán representan algo más que un desastre natural? ¿Son un antes y un después? «Es interesante que el desastre natural desnuda todo lo que somos. En realidad —menciona Alcázar— el desastre no es el huracán o el terremoto, sino el sistema de corrupción sobre el que se construye una ciudad, el sistema de desigualdades, etc. Esos son otros mega objetos de los que no se habla tanto. La pobreza y la marginación también son mega objetos».
El ojo del huracán es ciego
Ninguna pieza del museo salvo algunas excepciones entró en el museo ya terminada. Fue en el propio MUCA donde se realizaron. Alcázar, con ayuda de esta exposición se pronuncia a favor del caos. Es una pieza que por su naturaleza cambia, desde lo físico hasta lo sonoro: tres diferentes dispositivos de audio. Uno de ellos traduce los datos atmosféricos que la ciencia recaba en tiempo real a números; de números a valores de frecuencia; de valores de frecuencia a vibraciones; vibraciones que posteriormente se vierten en muebles académicos que se encuentran el museo. Esto resulta ampliamente simbólico debido a las reflexiones que el autor nos comparte: «Las relaciones entre saberes y conocimientos pueden detonar nuevas formas de crear conocimiento, que es el fin del arte». Además, Alcázar también expresa que «las pregunta que se hace hoy en día la ciencia son las preguntas que se han hecho desde siempre» y que pareciera que la ciencia transforma el huracán en un nuevo lenguaje numérico (predicción) para dejar a un lado saberes más antiguos que la propia ciencia (premonición).
Cuando le pregunté a Alcázar el cuestionamiento con el que inicié esta reseña, él respondió que era peor el ojo negligente que no quiere ver. Después, reflexionó sobre el satélite como una evolución del panóptico y como un ojo que solo ve lo que quiere ver, como un ojo que es más un objeto de control planetario. Y claro, nuestra percepción del huracán podría cambiar si no solo lo observamos como un fenómeno noticiario que se ve desde un ojo satelital, sino que, además lo reconocemos como un fenómeno más grande que nosotros, observable desde abajo y no desde arriba.
Si bien la máxima búsqueda del artista no era generar consciencia sobre lo que conlleva un huracán, la obra se presta para reflexionar sobre los «desastres naturales», pero también sobre los sistemas que deja al desnudo como los económicos, sociales y los de conocimiento. Esta obra puede o no concientizar. Sin embargo, provoca reflexiones y promueve el «conocimiento sensible» en un tiempo en el que solo se busca la superficial y acrítica sensibilización.